Agustín Medina
Escritor y conferenciante
http://www.agustinmedina.com/conferenciante

Una de las cosas más importantes que he aprendido a lo largo de mi vida profesional, es saber encajar las peores noticias. Como presidente de una agencia de publicidad con una plantilla de cerca de setenta personas, he tenido que acostumbrarme a afrontar cada día un cúmulo de calamidades. No es porque la agencia fuese mal, que afortunadamente casi siempre fue muy bien, sino porque al que dirige la empresa le llegan siempre los malos asuntos cuando los demás han agotado sus posibilidades de solucionarlos.

Problemas de personal, presiones insoportables del headquarter en Boston, creativos que no cumplen las fechas, ejecutivos presionados por el cliente, facturas impagadas, y decenas de temas más, todos ellos igual de conflictivos. Resolver problemas insolubles y tomar decisiones inmediatas va incluido en el sueldo del líder. De eso se trata. De marcar el camino a los demás, de permitirles descargar sus dramas sobre tus espaldas. Todos recurren a ti cuando han agotado sus posibilidades de resolver los problemas. Y tú debes ser capaz de ofrecerles siempre una solución. Nunca puedes fallar, porque tú eres el último recurso. Tu decisión, buena o mala, será aceptada por todos porque tú eres el jefe. Y de tus decisiones depende siempre la marcha y el futuro de la empresa.

Tomar decisiones nunca es fácil, pero cada uno aprende a desarrollar su propio sistema. En mi caso, siempre me pongo en lo peor. Analizo el problema con calma, normalmente dejándolo reposar un tiempo en mi cabeza. Un día, si es posible, y si no, unas horas, o unos cuantos minutos si la urgencia es extrema. Pero nunca con precipitación. Antes debo evaluar las peores consecuencias de la situación que se me plantea. Y una vez asumido lo peor, estoy preparado para tomar la decisión que me parece más conveniente.

En algunos casos se pueden tomar decisiones sin prisas, cuando no nos presiona el día a día sino la posibilidad de iniciar un nuevo proyecto, o cuando los problemas que nos acechan tienen que ver con coyunturas ajenas, que nos pueden afectar a medio plazo. En esos casos, más que nunca, hay que ser cautos y dejar reposar las decisiones hasta tener claros todos los parámetros de la situación y las peores consecuencias que ésta nos puede acarrear.

En mi libro “Cómo llegar al éxito de fracaso en fracaso” ponía como ejemplo mi actitud ante el fenómeno de Internet, que convulsionó el mundo empresarial a finales de los noventa.

Dicen que cuando se ve la luz al final de un túnel, no siempre significa que la salida esté cerca. Puede ser también el faro de un tren que viene dispuesto a arrollarnos. Por eso es importante asumir esa posibilidad, que sin duda es lo peor que nos puede ocurrir, que, confiados en que el camino está despejado, el tren nos pase por encima. En ese caso, la decisión más prudente será avanzar hacia la salida caminando por el costado del túnel, bien pegados a la pared, para que si en vez del final del túnel se trata de la luz de un tren, cuando éste pase a nuestro lado no pueda rozarnos.

No se trata de ser pesimistas, sino de saber evaluar bien las situaciones poniéndonos en lo peor. De esa forma, nada nos pillará por sorpresa. Nuestra decisión no será tomada a la ligera. Será seguramente una buena decisión. Y en eso, en tomar buenas decisiones consiste el éxito de todo buen manager.


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